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contrara por la calle trataba de ayudarlo, de orientarlo, de buscarle colocación, de darle una limosna, en una palabra, de mejorarlo en todos los sentidos. Al salir un día del Hospital de Oviedo vio a un enfermo que acababan de dar de alta. Una buena señora que vendía fruta (¿sería su familiar?) le pidió que hiciera algo por él. La pobre Leonor anduvo por todo Oviedo buscándole tra– bajo. Bien pronto se enteró de que se trataba de un ladrón profesional. Pero fue tanto lo que hizo y se molestó por él, que el buen ladrón no se cansaba de repetir: "Lo que es usted, es como una madre para mí". Y Leonor tuvo el con– suelo de verlo cambiado, regenerado, del todo convertido, perseverando en su nueva, cristiana y ejemplar vida. ¡Cuánta verdad es que se cazan más moscas con una gota de miel que con cien barriles de hiel! TESTIMONIOS AJENOS Ahora vamos a escuchar varios testimonios ajenos, parte de los cuales nos da ya servidos, como en bandeja de plata, nuestro buen amigo y fervoroso Terciario Franciscano, Don Esteban B. Lana, que tanto trabajó por dar a conocer la vida y virtudes de Leonor. El primer testimonio es el de Don Bernardo Gil, Secre– tario de la H. O. A. C., que nos cuenta extensamente sus impresiones y comprobaciones. "En 1953 vine a Oviedo procedente de Madrid. Al poco tiempo de estar en esta ciudad, me señalaron como persona 74
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