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juntos. ¡Qué bien se rezaba entonces! Después, me lo colga– ba al cuello, porque yo siempre lo he considerado como un escudo". Y como un escudo, y como arma ofensiva y defensiva utilizaba el rosario en todas sus campañas apostólicas. ¿Quién podrá saber el número de rosarios que repartió y, sobre todo, el número de rosarios que rezó e hizo rezar en los hogares, en centros de trabajo -como en el taller de modistas de la calle San Francisco ya antes mencionado– y hasta en centros en apariencia irreductibles, del todo re– fractarios a estas costumbres piadosas, que suelen calificar de beaterías? Modistas del taller de la calle San Francisco. Leonor en medio 68
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