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El segundo beneficio de la Virgen es un sueño o, por mejor decir, dos. Fueron sueños -como los de D. Bosco, en los que Dios anda por medio- que le dejaron el alma conmovida, convencida y transformada. Dejemos la palabra a Leonor. "Otra vez soñé que iba corriendo al lado de un canal profundo y me caí en él, pero la Virgen Santísima puso su mano debajo de mi espalda y me salv6. El más bonito es cuando soñé que estábamos en el patio-jardín del Colegio. Y o me separé de mis compañeras y en esto ví abrirse el cielo y de él bajar la Virgen Santísima. Vino a mí, nos sentamos en la hierba y no recuerdo lo que me dijo; s6lo recuerdo esto, que nunca puedo olvidar: "Pídeme lo que quieras, que te lo concederé". Creo que me desperté sin saber más. La monja del recreo recuerdo que, después de marcharse la VirgE)n, l:lle Jiíi6 porque la había dejaclo sentar en et suelo. •Es un su~ño qlle jamás puedo olvidar". EL ROSARIO Entre las. prácticas piadosas externas que practicaba a diario Leonor en obsequio de la Virgen Santísima, ocrtpa el primerísimo lugar el rosario. El rosario fue siempre para ella su escudo. Le costaba menos a Leonor quedarse sin comer, que sin oir misa, sin comulgar o sin rezar el rosario. Durante la revolución de octubre del año 34 se encontraba en Oviedo, calle Caveda. Eran días terribles. Cuando arreciaba el tiroteo o llovían las bombas tenían que ir corriendo a esconderse en un refugio. "Allí, dice Leonor, al oscurecer, rezábamos el rosario todos 67

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