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siones: en cuanto Dios y en cuanto Hombre, como Verbo Divino en el seno del Padre y como Hombre-Dios, entrega– do a realizar la obra salvadora de los hombres. De ahí que, al adorar al Coraz6n de Cristo, adoramos al Coraz6n de Jesús divinizado, al Coraz6n de Jesús Crucificado, al Coraz6n de Jesús Eucarístico, al Coraz6n de Jesús Obrero, al Coraz6n de Jesús Misionero, al Coraz6n de Jesús Taumaturgo, etc. Esto lo sabía perfectamente Leonor. Lo sabía mejor que ciertos eclesiásticos de nuestros días, que da pena oírles hablar de la sensiblería e inconsistencia de la devoci6n al Coraz6n de Jesús. Como si ellos fueran los auténticos orácu– los de la Iglesia. Así como niegan apriorísticamente, olímpi– camente -desde luego, sin haberse tomado la molestia de estudiarlas - la realidad de las revelaciones del Sagrado Coraz6n de Jesús a Santa Margarita. La devoción al Corazón de Jesús echó en el corazón de Leonor raíces tan profundas, que podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que fue ésta la pasi6n de su vida. Si oraba, si trabajaba, si se mortificaba, si escribía cartas, si se entre– gaba en cuerpo y alma al apostolado, todo, todo ello lo hacía para amar, para adorar, para glorificar al Coraz6n de Jesús, y para que todo el mundo lo conociera, lo amara y lo glorificara. Veamos algunos testimonios. En sus cartas repite frecuentemente estas expresiones: "A ver si conseguimos que reine pronto el Sagrado Cora– zón", "El Corazón de Jesús os lo premiará", "Mucho os agradezco lo que estáis haciendo por el reinado del Corazón 61
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