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En Salamanca, al terminar la guerra, pos6 muchas pe– nurias y no pocas hambres. Casi no tenía clases para irse defendiendo. Pint?,ndo estampas era poquísimo lo que ga– naba. Para colmo se hizo cargo de la familia de su protegido Juan Alvarez Bango, que lo estaban pasando muy mal. Por ellos ayun6 tres días seguidos a pan y agua y fue muchas veces descalza a la iglesia. Incluso se present6 descalza en el Palacio del Señor Obispo, en donde tenía su Cuartel Ge– neral el Generalísimo Franco, para pasar más ver~enza ante todos, pues eran muchos los que la conocían y la mira– ban con ojos de lástima. Esto le trajo como consecuencia un enfriamiento, muy molesto y persistente. Muchas otras veces estaba largo tiempo con los brazos en cruz hasta no poder resistir más. ¡Cuántas otras penitencias haría Leonor, de las que serían testigos solamente Dios y su ángel de la guarda ... !
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