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nos veremos en la precisión de compuJsar más opiniones y escuchar más alabanzas. RESPONDE LA PROPIA LEONOR Si los testimonios ajenos no nos permiten dudar de que Leonor era un alma toda de Dios; de que gozaba· de una vida interior muy profunda, exuberante; de que era de verdad alma de oración y mortificación, menos podemos dudarlo si examinamos sus escritos y s:us palabras. ¿Qué dice Leonor de sí misma? Con la naturalidad con que brota el agua de la fuente, con esa misma naturalidad, y con esa misma limpidez, bro– taban de sus labios y de su pluma expresiones reveladoras, que la retrataban de cuerpo entero, que ponían al desnudo sus sentimientos, que desvelaban los anhelos más profundos de su corazón. Pocas almas tan lúcidas y, al mismo tiempo, tan transparentes han pasado por la tierra como el alma de Leonor. l. 0 ) SUS PALABRAS .Son muchas las expresiones felices -fruto de su sabi– duría a lo divino- que salieron de los labios de Leonor. Espiguemos algunas. Cuando alguien le preguntó por qué había dejado pasar la juventud sin divertirse, ella contestó: "No he tenido tiem– po. ¡He tenido siempre tanto que hacer... !". Efectivamente, tuvo siempre mucho que hacer, un quehacer apremiante. .Ella, como el negociante del Evangelio, encontró ya en la 47
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