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sica. Tenía mucha confianza con Leonor; le manifestaba todos sus problemas como a su Director Espiritual. Piensa que Leonor vivía siempre en la presencia de Dios. Señorita Quiteria de Jesús Antúñez Femández. La asistió en su última enfermedad y la ayudaba en muchas cosas de su apostolado. Fue testigo de las muchísimas per– sonas que la visitaron de enferma y de difunta, llevándose reliquias de sus ropas y enseres, porque la veneraban como a santa. Don José Antonio García Alonso, encargado de la Radio Emisora del Sanatorio Antituberculoso del Naranco. Asegu– ra que todos los enfermos la tenían por santa, que conser– vaban reliquias de ella y su estampa-recordatorio, colocada a la cabecera de su cama. Lo mismo afirma el enfermo RAMON VALLINA SUAREZ y las abnegadas RELIGIO– SAS FRANCISCANAS que los atienden. En estos mismos sentimientos y apreciaciones abundan muchas personas, corno Doña Dolores García, Ministra de la V. O. T.; Doña Loreto Baquedano, Doña Mercedes Alva– rez, Don Aurelio Castro, Doña Carmen Ballesteros, Doña Nieves Díaz, todos Terciarios Franciscanos; don Enrique García y su señora Doña Rosa Campos, los dueños de Ornamentos COLLADO, los de la Cafetería Camilo de Blas, etc., etc. Creemos que estos testimonios son suficientes para re– flejar y demostrar, de una manera palmaria, la fama de santidad de que gozaba ya en vida, y después de muerta, nuestra Leonor. Más adelante, hablando de su apostolado, 46
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