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siempre conmigo (hace tiempo en el mismo Breviario) la estampa recordatorio de la Hermana Leonor, y a ella me encomiendo expresamente todos los días en la santa Misa. La espiritualidad de Leonor fue muy sólida, muy pro– funda; y al mismo tiempo muy sencilla y muy natural. Vivía en un ambiente de fe, sobrenatural, de amor a Dios y al prójimo. Pertenecía a una serie de Asociaciones. Con todas sabía cumplir; pero sin ansiedad y escrúpulos. Por supuesto que jamás dejaba la Misa, la comunión, el rosario (ordina– riamente en la iglesia de las RR. Salesas). Se confesaba cada ocho o cada quince días. Confesiones más bien breves, sin hacer perder tiempo y cuando sabía que no molestaba a .otros que querían confesarse. No era lo que en mal sentido se llama una mujer beata, pues en todo procedía con mucha sencillez y con mucha discreción. La Hermana Leonor fue una mujer que, a ejemplo de Jesucristo, pas6 haciendo el bien; pero con sencillez, con la mayor humildad y naturalidad, sin alardear de ello, sin publicarlo, sin vanidad alguna". Don Feliciano Redondo, prestigioso Párroco de San Tirso, nos manifiesta también el alto concepto que tenía de la santidad de Leonor, hasta el punto que, al redactar la partida de defunción de Leonor -cosa que le pertenecía por ser su parroquiana- no pudo por menos de incluir en ella. esta elogiosa frase, que copio al pie de la letra: "Había llevado una vida de sencillez evangélica, consagrada por entero ·a la piedad y al apostolado, particularmente entre los obreros~'. · 43

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