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falda, cosidas. Escondí sus zapatos y le puse unas madreñas, en su lugar. Al día siguiente, comedia con las niñas, al verla andar de madreñas, con tanto ruido. No tardé mucho en decirle dónde estaba todo. A otra, coquetona, que se rizaba el pelo y se miraba bien al espejo, en éste le pegué un papel y le dibujé una caricatura suya. Por la mañana, al ir a mi– rarse, excuso decirle qué cara puso. En seguida supuso que era yo y dijo, como la otra: "¡Ah!, esa signorita, esa signo– rita ... ". A otra tercera, que estaba al cuidado de las niñas, le quité el badajo de la campanita y, cuando fue a tocar para poner silencio, se llevó el chasco de no sonar la campana. También ésta repitió el estribillo de la anterior: "¡Ah!, esa signorita, esa signorita ...". Pero ninguna se molestó y todas lo rieron. LEONOR, EN OVIEDO En donde más tiempo Leonor ejerció su cargo de pro– fesora, así como de institutriz, y realizó una labor más am– plia y efectiva en el campo del apostolado, fue en Oviedo. Desde el año 1915 al 1960, en que murió, sólo unos siete u ocho años -repartidos entre Salamanca, Madrid y Pra– via - estuvo ausente de la capital del Principado. Por eso todos los sucesos que se relaten en adelante y todas las per– sonas que se mencionen, mientras no se diga otra cosa, hay que situarlas en Oviedo. Comencemos por SUS ALUMNOS Nos interesa saber la opinión que sus alumnos se for– maron de su profesora. Sobre todo ahora que son mayores 32
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