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las niñas para cuidarlas, que yo las despertaría a ellas. Así fue, pero un día el sueño me hizo ver las agujas del reloj mal y las llamé ele noche todavía, porque había estrellas. Hasta que a una se le ocurrió mirar al reloj y vio lo tempra– no que era. Creí que me comían. Yo les elije: No os apuréis; como estamos ya arregladas, nos metemos en la cama y, luego, ya estamos listas; conque a dormir. Nunca más me . . ,, ,, qms1eron por sereno . Renglón seguido Leonor refiere, con profusión ele de– talles sus ratos libres en el jardín, sus idas y venidas los ' domingos a casa de sus tíos, alguna vez cruzando casi todo París a pie. Reconoce que fue siempre muy buena andarina. Esto le ha valido mucho para sus obras de apostolado. La aventura del apache o malhechor resulta un poco larga, pero divertida y aleccionadora. "Un día volvía al Colegio a última hora por una avería que había tenido el metro ... Cuando llegué era noche cerra– da y no había nadie por las calles, y el Bosque de Vincennes estaba frente al Colegio, separado sólo por una calle. Cuan– do iba yo a cruzar una calle, antes de llegar al Colegio, vi bajar por ella, corriendo y silbando, a un apache, todo ves– tido de negro, con un sombrero que le tapaba la frente y cubierto todo él con una capa, debajo de la cual tenía un gran bulto. Apreté el paso y pude cruzar la calle y llegar a la puerta del Colegio antes de que llegara él. Pasó detrás de mí sin pararse y se metió en el Bosque, siempre silbando, y desde allí le contestaban otros. Yo me agarré al timbre y no lo solté hasta que vinieron a abrirme. La portera estaba en el primer sueño y tardó en despertar. Cuando abrió me 30

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