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dad y alrededor de su lecho floreci6 un agradecimiento leal. Ella, que vivía sin lazo familiar alguno, suscitó lágrimas y sollozos. . . No se había preocupado nunca Doña Leonor de su economía ni de su porvenir. Ni siquiera había pensado en las exigencias de una enfermedad y en la prevención de los gastos funerarios. Y la Providencia amorosa del Padre Celestial dispuso que nada le faltase de cuanto ella había puesto confiada y desinteresadamente en s,us manos ... Cristo, en la persona de los necesitados de alma y de cuerpo, fue el peso de su vida, terminada en la brecha del trabajo, del bien y del sacrificio... Tenía Doña Leonor unos puntos de referencia significativos: Las obras en construc– ción para llevar a los obreros un mensaje de amor y de esperanza; el sanatorio antituberculoso, que tanto sabe de sus caridades; el hospital, los campos de trabajo, los para– dos, los hogares en calles apartadas, los vagabundos. Y... ¿c6mo no recordarlo? La visita diaria a la H. O. A. C., que un día la había elegido para madrina de su bandera y que confiaba en sus oraciones lo mismo que ahora confía en su intercesión... Una alabanza y un ejemplo". Por su parte el Hermano Terciario Franciscano, antes mencionado, decía en "LA VOZ DE ASTURIAS": "La vida y obras de esta hija sublime de San Francisco de Asís, emi– nente apóstol de la caridad y sencillez cristianas entre la juventud, el obrero, el enfermo y desvalido; entre los gita– nos, los delincuentes encarcelados y sueltos, las prostitutas y los Judas modernos del hambre del más pobre, vienen a restablecer entre nosotros las virtudes de compasión y ser– vicio, de caridad y sacrificio, hoy tan olvidades y que son 145

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