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mucha prisa o no interesarle lo que le estaba diciendo. Y ante nuestra insistencia de si se molestaba cuando se la interrumpía por este motivo, se nos asegura que no, que jamás lo tomaba a mal. Varias personas a las que hemos manifestado este de– fecto que alguien atribuye a Leonor, se han quedado sor– prendidas y hasta casi un poco disgustadas, pareciéndoles que no está de acuerdo con la realidad. Dicen y repiten, por activa y por pasiva, que Leonor era muy fina, muy edu– cada, muy correcta, muy discreta, incluso que no daba su opini6n en las conversaciones si no se le pedía. ¿C6mo casar estas dos cosas, aparentemente tan dispares? Sencillamente, podemos pensar que Leonor, sin dejar de ser fina, correcta y educada, podría alguna vez equivo– carse, como todo el mundo, pensando que se la estaba escu– chando con agrado o que sus oyentes no tenían prisa... 136

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