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"Aunque fuí orgullosa, y tal vez lo sea todavía, siempre quiero y pido a Dios ser "mansa y humilde corazón". Nosotros nos preguntamos: ¿En qué se fundamenta Leonor - ella tan enemiga de la mentira - para atribuirse todos estos defectos? Porque es extraño que ni una sola persona, de las muchas consultadas, nos ha mencionado para nada cualquiera de estos sus tan cacareados defectos. Más bien todas se deshacen en elogios de su sencillez, de su bondad, de su humildad, de su imperturbabilidad, de su alegría, sin haber advertido en ella ni el más ligero asomo de impaciencia, de enfado o malhumor. ¿No será que Leo– nor califica de defectos a esos movimientos espontáneos de la naturaleza; denominados primo primi que, sin duda, golpeaban a las puertas de su espíritu, pero que ella los so– focaba inmediatamente, sin dejarlos aflorar a la superficie? Ya sabemos que la humildad es una virtud tan discreta que difícilmente se deja conocer de quien la posee. San Francisco de Asís, que era santísimo y humildísimo, se tenía por el mayor pecador ·del mundo. Decía que, si Dios hu~ hiera concedido al mayor pecador las gracias que le había concedido a él, ese pecador hubiera sido mejor que él. En cuanto a ser mal pensada, puede ser que Leonor pensara mal de algunas personas -exteriormente nadie la oyó murmurar-:-, pero si tenía para ello motivos suficientes, ya ese pensamiento no era malo, ya no era juicio temerario, ni se lo podía calificar como defecto. Si era apasionada, podía serlo en bueno o en mal sen– tido. Su pasión por el reinado de Cristo en todo el mundo, 133

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