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días, tan limpios y despejados, que no se acierte a vislum– brar alguna ligera nubecilla por el horizonte. Así también las vidas de los santos, aunque tan claras y tan brillantes por sus virtudes heroicas, suelen ir acompañadas de algunos ligeros defectos, que no merman el esplendor de sus virtu– des, pero sí humanizan su personalidad y la acercan más a nosotros. Desde el principio nos propusimos estudiar la vida de Leonor en todo su conjunto, incluyendo como parte impor– tante, el hacer el papel de abogado del diablo, escudriñando y divulgando sus defectos. Por eso hemos preguntado a muchas personas, que conocieron y trataron íntimamente a Leonor, que nos digan, con toda sinceridad y franqueza, los defectos que pudieron observar en ella. Y, para guardar algún orden, nos ocuparemos primero de los defectos que ella se atribuye a sí misma y, en segundo lugar, de los que le atribuyen los demás. LOS DEFECTOS QUE LEONOR SE ATRIBUYE A SI MISMA Leonor no se cose los labios ni embota los puntos de su pluma para dar a conocer sus defectos. Varias veces en su "Cuaderno Autobiográfico" menciona los que le parecen más importantes y perniciosos. Dice así a su Director espi– ritual: "Mire, padre, quiero que me conozca usted bien, no quiero engañarle. He sido orgullosa, de genio muy vivo, mal pensada y apasionada, etc., etc.". En otro lugar añade: 132
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