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reconoce- "fuí muy criticada y muy calumniada", hasta el extremo de que en varias ocasiones le lanzaron insultos y piedras. En el orden físico, aunque no tuvo enfermedades que la postraran en cama largo tiempo, sin embargo tuvo dolores muy agudos y persistentes, como un ántrax dolorosísimo. Hablando de su estancia en Panticosa con una familia para cuidar sus niños, dice: "Por cierto que estaba yo para que me cuidaran a mí, porque tenía un ántrax en el cogote, sin curar y me quedé como una espátula. El médico, que fue amigo mío de pequeños, me dijo: "Chica, no sé ni cómo te tienes en pie". Todo el mundo esperaba que me muriera, y Dios cegó a la señora que me llevó con ella para que no viera cómo estaba, o le dio un corazón de oro ... Nadie sabe lo que sufría con el ántrax y lo que me costó sostenerme y cumplir mi obligación con los niños. Y tantas veces a la muerte y todavía estoy para dar guerra ...". Durante doce o más años la aquejó un dolor de espalda muy intenso y continuo, producido por anormalidades de la columna vertebral, dolor que la fue debilitando y encor– vando en los últimos años. Cualquier otra persona que no hubiera tenido el temple y la virtud que Leonor, habría tenido con esto motivo más que suficiente para llevar una vida de absoluto reposo e inactividad. Pero, si Leonor era una enferma de hecho, no quería ni podía ser una enferma de derecho y de oficio, puesto que no tenía consigo ningún familiar que la atendiera. 130

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