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inspirados que, naturalmente, tienen que ocupar el primer plano en el marco de la vida cristiana. Paladinamente reco– nocemos que los libros sagrados deben ocupar el primerí– simo plano en toda espiritualidad cristiana bien entendida; pero no es verdad -no lo ha sido ni lo será nunca - que vayan a quedar suplantados por estos otros libros de lectura piadosa y ejemplarizadora, que precisamente reciben su savia y su eficacia de los primeros. Como no es verdad que el tronco y las ramas de un almendro queden suplantados por sus hojas y sus flores, que constituyen su ornato, su expresividad y su complemento. ¡Cuántas veces estas discutidas biografías de almas santas -que en definitiva son el puro evangelio, el evange– lio puesto en práctica, ya que sus protagonistas son retratos vivos de Cristo- han sido la causa determinante de una transformaci6n espiritual, de una conversi6n integral, o han servido, al menos, de acicate poderoso para reemprender una vida más cristiana y evangélica! Si uno solo de los lectores de la biografía de Leonor sintiera sacudido su espíritu por el anhelo de una reforma espiritual más profunda y de una entrega más apasionada a Cristo y a sus hermanos, creeríamos no haber perdido el tiempo, no haber malgastado las horas de este mes largo de trabajosa elaboraci6n, que nos ha costado. Y, si no es uno solo, sino varios, quizá muchos de nuestros lectores los que, conmovidos, impresionados por la vida y ejemplos de Leonor, se sienten decididos a dar un rumbo más cristiano a su vida, entonces nuestra satisfacción es completa y nues– tra recompensa más que abundante. 9

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