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DOS REFLEXIONES Vamos a cerrar este capítulo franciscanista · con dos reflexiones para los Hermanos Terciarios o seglares fran– ciscanos, como se prefiere decir hoy. En primer lugar, no podemos dudar que la vida de la Hermana Leonor, impregnada toda ella de espíritu francis– cano, es un ejemplo admirable, un testimonio vivo, puesto por Dios ante nuestros ojos, para que aprendamos a vivir el . espíritu franciscano en este nuestro siglo XX. En segundo lugar, nos atrevemos a dar por cierto lo que primero fue en nuestra mente una mera conjetura; a saber: que la Hermana Leonor, de haber vivido en nuestros días, se hubiera adaptado con relativa facilidad -quizá no exenta de algunas inmolaciones personales- al espíritu de renovación que se está imprimiendo a la Orden Tercera en este momento crucial de su historia. Y esto, a pesar de sus setenta y tantos años de edad. Nos impulsa a hacer esta afirmación el hecho de que la Hermana Leonor tenía una fe, una confianza muy grande en el acierto de la Iglesia y de todas aquellas Jerarquías eclesiásticas que el Espíritu Santo ha puesto al frente de su Iglesia para servir de guía y de luz a los cristianos e hijos de Dios. Esto iba unido a una obediencia y una docilidad nada comunes a las disposiciones emanadas de los legítimos Superiores. 119
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