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Juan Alvarez Bango, a quien deja mil pesetas, fue un gran protegido de Leonor, arrancado por ella de las filas marxistas, y que después - según varios testimor..ios- no ha sabido corresponder a los desvelos y beneficios de su gran bienhechora. Doña María Manjoya, a la que deja otras mil pesetas, era la dueña de la casa en la que ella vivió los últimos años. Lo restante que deja al Superior de los Jesui– tas, Padre Revuelta, es precisamente lo que tenía en la carti– lla, con lo cual -nos dice Don Feliciano, Párroco de San Tirso- apenas hubo para pagar entierro, funerales, ligeras deudas, lápida sepulcral, etc. Así de pobre vivi6 y así de pobre muri6 nuestra Leonor. ¡Qué contraste con la avaricia, el egoísmo, el desenfreno que tanto campan en nuestros tiempos! 4.º L A A L E G R I A Francisco fue un hombre alegre. De joven fo.e el rey de la juventud de Asís. Converso ya y fundador, esa alegría fue a más; pero con otras manifestaciop.es menos ruidosas y, sobre todo, con otras motivaciones más altas y sublimes, por más espirituales. Para dar expansión a su a:egría de "juglar de Dios", frecuentemente entonaba cánticos de ala– banzas al Señor, como el famoso cántico del "HERMANO SOL", que es una invitación a todas las creaturas para dar gloria, alabanzas y acciones de gracias al que es Padre y Creador de todo cuanto existe. También cogía a veces dos palos y los frotaba el uno contra el otro, simulando rasguear las cuerdas de un violín. Francisco no podía ver a un fraile triste, por aquello 113

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