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y más rigurosidad que muchos que estamos ligados a ella con un voto sagrado, desde el día de nuestra profesión. Lo poco que le quedaba de lo que ganaba con sus cla– ses lo empleaba en obras de beneficencia o de apostolado. El Padre Revuelta nos advierte que varias familias le pa– gaban muy poco, abusando de su bondad, aunque ella se desvivía por sus alumnos. A continuación añade: "No tenía más entradas que las de las clases. Vivía realmente al día y daba todo lo que le sobraba. Yo la obligué a abrir una cartilla, pero no sé si llegó a reunir alguna vez siete u ocho mil pesetas, y con esto se creía millonaria". Una parienta y amiga suya, residente en Salamanca, Doña Angeles Ortiz de Urbina, Viuda de Sánchez, dice lo que sigue de Leonor: "Todo lo daba, lo que tuviera de sus padres, la herencia de su tía ... Durante la guerra vivió aquí en Salamanca, cerca del Palacio del señor Obispo, donde estaba Franco, y seguía amistad con ellos, hasta que enfer– mó una tía suya, hermana de su padre, Doña Paulina Pérez Mirat, y con ella estuvo algún tiempo. Le dejó, seguro, una parte de su fortuna que, como todo lo que tenía, repartió enseguida entre los necesitados. Yo recuerdo que en di– ciembre, con un frío horrible, iba con su hábito del Carmen, igual que en agosto, no cambiando nunca, y sólo una cha– quetita se ponía; le dí un abrigo y a los dos días seguía igual, pues se lo había dado a otra que decía lo necesitaba más que ella". No es este el {mico caso en que Leonor se despojó de 110
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