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Pero lo más gracioso fue que un día se me presenta Doña Leonor en mi casa, pidiéndome el singular favor de ser padrino con ella de varios casamientos y bautizos de gitanos que ella había preparado; y fue tal su persuasión que acabé por ceder. Ella de madrina y yo de padrino, acompañamos a la pila bautismal a más de cien neófitos, entre grandes y pequeños; a más de cincuenta parejas de casados a las gradas del altar de San Isidoro, de San Tirso, de La Corte y de Ventanielles, para todos los cuales encon– traba, yo no sé dónde, anillos, mantillas, zapatos y trajes. En algunas ocasiones también les acompañó al convite y jolgorio que esas pobres gentes organizan en esas circuns- Bodas de gitanos 98

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