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SIEMPRE MÁS ALLÁ: Era la orden del Cristo de Santa Marina, Señor único y amo eterno de la Historia, que había de hacer tu voluntad indomable, siempre inasequible al desaliento, determinando tu vocación misionera ante la adversidad de las circunstancias y de los hombres que asediarían de dificultades tu cuerpo y tu alma. Por tu fe y por tu honor, patrimonio de tu alma que sólo era de Dios, se derrumbó tu cuerpo, desgastado por el tiempo, vencido por el trabajo y la austeridad, consumido en permanente acto de servicio al más nobl.e ideal. 78 ¡PERO NADA NI NADIE TE DOBLÓ! Así quiero seguir tus huellas. Échame una mano desde tu cielo eterno. Lucho entre tinieblas, pero veo la luz de un amanecer indefectible. Me debato entre humanas miserias, pero sin resignarme jamás a ser vencido. Aspirando siempre a las ciertas, claras y eternas realidades divinas. Sobre mi pobre expresión en las comparaciones materiales de nuestra tierra - sementera y vid– esperanza eterna, ansia perpetua, pon tu mano de santo y tu carisma de milagro, para que tu camino siga --cazurro y con razón– alabado o maldecido, aceptado o incomprendido, en las empresas misioneras entre América y España, desde México a León, con la andadura temporal desde esta nuestra tierra que pisamos hasta tu cielo eterno en que esperamos.
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