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como la necesitaban: por un retiro espiritual de quince días. Al final tuvieron la primera asamblea o junta apostólica para planificar y distribuirse el campo de trabajo. Fray Martín de Valen– cia, con toda ttumildad y sinceridad, renun– cia a su cargo de Custodio . Los demás frai– les, con la misma sinceridad, deciden que continúe en el cargo. Tratado el tema de la evangelización de los indígenas, los religio– sos se repartieron las zonas de apostolado en las poblaciones más numerosas y más cer– canas a México. Fray Martín , con el cargo de Superior de la «Custodia del Santo Evangelio», se quedó en la capital; otros fueron a Texcoco, otros a Tlaxcala y otros a Huejotzingo. Así se ex– presa Mendieta en su «Historia Eclesiástica Indiana»: « Y habiéndose comunicado entre todos el modo como se debía haber con los indios, y la manera que habían de tener para atraer– los y adoctrinarlos, los que habían de ir fuera de México tomaron la bendición de su Prelado y abrazándose los unos a los otros, con lágrimas se despidieron, encomendán– dose mucho a nuestro Señor, y tomaron el camino que hab(an de llevar .» DIFICULTADES ANTE EL DESCONOCIMIENTO DE LAS LENGUAS INDÍGENAS Bien sabido es lo importante y decisivo que es para la evangelización de un pueblo el conocimiento y dominio de su lengua. Esta dificultad se ac~ecentaba hasta lo inimagina– ble para nuestros misioneros de México, porque la cantidad de lenguas y dialectos constituía un verdadero laberinto o una torre de Babel . Si el Dr. Paul Rivet afirmaba, para la épo·ca actual, que existen ONCE FAMI– LIAS LINGÜISTICAS con sus correspon– dientes y múltiples variantes de grupos y dialectos, podemos imaginar el panorama lingüístico que encontraron nuestros misio– neros en el siglo XVI. Ante aquel panorama babélico los misioneros hubieran necesitado un Pentecostés mexicano. Solamente la len– gua mixteca estaba subdividida en once dia– lectos distintos , y todos muy difíciles de aprender. Ante esta descorazonadora difi– cultad sólo encontraron el alivio estimulante de la lengua nahualt, que vino a ser como la lengua de auxilio general. PREDICACIÓN POR SEÑAS, PERO INÚTIL Afirman los primeros cronistas , entre ellos Torquemada en su «Monarquía In– diana», que los misioneros, al desconocer la lengua de los indios, trataron de darse a en– tender por la mímica de los gestos y adema– nes: « Era con mudez y solas señas, señalando el cielo y diciendo estar allí el solo Dios que hab{an de creer, volviendo los ojos a la tierra . señalaban el infierno ... donde los demonios atormentaban a los condenados. Y en aquellos principios predicaban, sin saber decir más que esto, por plazas y adonde hab(a junta y congregaci1n de gente ... Esto les ten ta muy desconso lados y afligí- · dos en aquellos principios y no sabían qué hacerse. Porque aunque deseaban y procu– raban de aprender la lengua, no hab{a quién se la enseñase. » 1-"iguración pictórica del Fmperador a:teca Moc– te:umu, ,·egún el Códice Matriten .,e . 35
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