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DIFICULTADES EN LOS VIAJES Ya lo había sido la navegación desde Es– paña, larga, molesta y peligrosa. Al desem– barcar en Veracruz la temperatura ambiente era como un baño tibio por su humedad ca– liente, pero abrumadora. Pronto comenza– ron a sentir los efectos de unas fiebres des– conocidas. Al ir subiendo la meseta encontraban un cielo más puro y una luz más diáfana , pare– cía un ambiente más sano; pero pronto lle– gaba el desengaño con el frío repentino e insoportable, con las bruscas oscilaciones de temperatura. El aire se rarificaba y el organismo se fatigaba hasta el ahogo. Esto exasperaba los nervios y hacía muy dura de soportar cualquier actividad continuada y convertía en agotadora la enfermedad más benigna. Sirva como indicativo este detalle de las alturas sobre el nivel del mar en las zonas que debían actuar: el Valle de Puebla a 2.000 m., el de México a 2.200 y el de Toluca a 2.500. Los misioneros caminaban generalmente a pie y no tenían muchos caminos para esco– ger entre los vericuetos de los montes, los flancos de los recodos o el cauce de los ríos. Pero estos cauces , en lugar de hacer más fáciles las comunicaciones, eran un nuevo obstáculo para ellas: no eran sino tortuosos torrentes que cortaban el camino y obliga– ban al viajero a dar enormes rodeos. Si que– rían evadir estas zonas, era para dar con la selva tropical, imponente e impenetrable, o para meterse en el desierto aterrador y mo– rirse de sed. Aún quedaban otros enemigos de viaje: los insectos atormentadores, los reptiles venenosos y las fieras salvajes. Y a esto hay que añadir la inseguridad personal por el posible ataque de los indios aún indó– mitos e incontrolados. En verdad que no eran viajes de placer ni de turismo. A este respecto es admirable y alecciona– dor lo que nos refiere Motolinia sobre los viajes de Fray Martín de Valencia. Su espí– ritu de sacrificio y su caridad le impulsaban a hacer a sus semejantes el mayor número de favores y a causarles el menor número de molestias, aunque tuviera que sacrificarse 34 más, sin tener en cuenta su cargo oficial de Custodio, ni su ancianidad , ni lo precario de su salud. «Andaba solo visitando toda la tie– rra de provincia en provincia, ... El mesmo · llevaba su zurrón y manto a cuestas, no con– sintiendo que indio (con haber tánto como había) se lo llevase .» Así, misioneros andantes, comenzaron a caminar tierra adentro, «rotos y remendados los hábitos , llevando cada uno su libro de rezos y una cruz de madera». Al llegar la expedición de misioneros a México, Cortés los hospedó en su casa con reverencia·y agasajo. Altamente significati– vas las palabras con que Cortés quiso pre– sentar a los .Misioneros a los indios y a los españoles. Les dijo: «Aunque yo estoy en nombre del empera– dor constituido para regiros, conforme a sus sabias de terminaciones , gobierno tan sola– mente los cuerpos; pero es ros padres vienen en nombre de la cabeza de la Iglesia , cuyo imperio se reserva sobre las almas , con au– toridad del mismo Dios que adoramos, para encaminarlas a su gloria. Todo lo que los padres mandaren obedeceréis y yo he de ser el primero que los obedezca. » PRIMERA ASAMBLEA MISIONAL Y PLANIFICACIÓN DE TRABAJOS Pasadas las emociones del recibimiento, los misioneros franciscanos, bajo la direc– ción de Fray Martín de Valencia con su do– ble carácter de Legado Pontificio y de Cus– todio de la Orden, se retieraron unos días para dedicarse a la oración y a planificar su sistema de trabajo y de apostolado. Era Mé– xico en aquellos días un enjambre de perso– nas, civiles y militares, que se afanaban en la reconstrucción de la ciudad o estaban per– manentemente alerta en previsión de alguna nueva sublevación. El panorama no era muy halagüeño y nada fácil para la labor misionera. Para no desa– nimarse ni abrumarse ante la enormidad de la empresa, los religiosos comenzaron por donde únicamente sabían que habrían de en– contrar una fortaleza sobrehumana, tal
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