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Alegoría pictórica idealizando el desembarco de los primeros franciscanos. En el centro, con la cruz en las manos, Fr. Mart{n de Valencia. MAÑANA EN UN FRÁGIL BARCO ME HE DE ENGOLFAR EN EL MAR El Ministro General bendice, con lágrimas en los ojos, a aquellos frailes misioneros de los que él deseaba formar parte. j El Cristo franciscano enviando a los «Doce Apósto– les» al nuevo mundo de la Nueva España! «Llegados que fueron a Sevilla dirigieron sus pasos al puerto de Sanlucar de Barra– meda y allí se hicieron a la vela. Era el mar– tes 25 de enero de 1524. El viernes 4 de febrero desembarcaron en Gomera, una de las Islas Canarias, para volver a embarcarse el sábado siguiente, después de haber oído misa y comulgado, con dirección a Puerto Rico, a donde llegaron el día 3 de marzo . Después de diez días de descanso volvieron a tomar la embarcación hacia la Isla Espa- 28 ñola o de Santo Domingo, adonde llegaron el miércoles de la Semana Santa. Por cuarta vez se embarcaron con dirección a Cuba, , adonde llegaron el último de abril a un lugar llamado Trinidad. Allí recrearon sus cuer– pos por espacio de tres días. Embarcáronse por última vez para arribar al deseado San Juan de Ulúa que es la tierra de la Nueva España, adonde llegaron el 13 de mayo de 1524.» Este año de la llegada de los doce francis– canos quedó tan grabado en la memoria y en el corazón de los indios de México que, como refiere Motolinia, «lo notaron y tienen por más principal que otro, porque desde allí comienzan a contar, como año de la venida o advenimiento de Dios, y así comúnmente dicen : EL AÑO QUE VINO NUESTRO SEÑOR, o EL AÑO QUE VINO LA FE».

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