BCCCAP00000000000000000000805
En toda la ruta de Cortés, desde San Juan Ulúa a Tenochtitlan México, bien él perso– nalmente o por medio de los capellanes que en su ejército llevaba, valiéndose de intér– pretes como Doña. Marina y Jerónimo de Aguilar, ejecutaba su táctica religioso– misionera a la par que conquistadora ante los indios. Sus manifestaciones de fe cristiana, sus consejos para que creyeran en Dios, sus continuas exigencias para que abandonaran los ídolos y eliminaran las horribles escenas de los sacrificios humanos y otros vicios ne– fandos que habían advertido , es la constante de su manera de actuar ante los indígenas. Sin pretender canonizar a Cortés ni a sus capitanes -sombras oscuras surgirán en sus vidas en materia de moral y de justicia- , sí hay que reconocer su sinceridad religiosa y su au téntica voluntad cristiana . «Eran caba– lleros cristianos que sabían cumplir con do– naire con las reglas de caballería, y con de– voción con los deberes que les imponía su fe. » En la misma tarde del 7 de noviembre de 1519 en que Cortés llega a la capital azteca, le hace su declaración sincera, rotunda y valiente al mismo emperador Moctezuma: « lo que os vengo a decir de parte de nues– tro Dios es que adoramos un solo Dios ver– dadero; que lo que teneis por dioses no son sino diablos, que son cosas muy mala s y cuales tienen las figuras , peores tienen los hechos.» Esta fue una tarde trascendental para Mé– xico en la que se encontraron dos religiones , dos culturas , dos razas . Con todo un cúmulo de aciertos y errores entre ellas se había de entablar un lucha . ¿Quién vencerá.. .? El impulso y pasión de Cortés - poca tác– tica diplomática en esta ocasión- , le deter– mina a pedir a Moctezuma, nada menos, que le deje levantar una Cruz y colocar una imá– gen dé la Virgen María en lo alto del gran «CU» de su Huichilobos. Moctezuma, ofendido, se niega a ello. Pero accede a que sus oficiales y técnicos en construcción edia fiquen una iglesia en la zona donde residen los españoles. Así lo narra Berna) Díaz del Castillo: 22 «Entres d(as tentamos nuestra iglesia he– cha, y la santa Cruz puesta delante de nues– tros aposentos , e ali( se deda misa cada d(a , hasta que se acabó el vino... Y desde que se acabó, cada día estábamos en la iglesia re– zando de rodillas delante del altar e imáge– nes; lo uno por lo que éramos obliga dos a cristianos , y buena costumbre; y lo otro, porque Moctezuma y todos los capitanes lo viesen, y se inclinasen a ello, y porque vieren el adoratorio y vernos de rodillas delante de la Cruz , especial cuando tañ(amos al Ave Mada. » CORTÉS PIDE A CARLOS V EL ENVÍO DE MISIONEROS Demasiado convencido estaba Cortés de que por la fuerza no se puede imponer una religión. Por eso, en la entrevista que man– tuvo con Moctezuma, le dijo «que no eran ellos , los soldados, quienes habían de verifi– car esos planes de conversión a la fe cris– tiana, sino unos hombres que viven santa– mente , mejores que nosotros ». ¿Pensaba Hernán Cortés en los Francis– canos? Ciertamente que sí, como también en los Dominicos. El mismo lo dice textual– mente en sus Cartas de Relación . En la que envía a Carlos V, fechada en México el 15 de octubre de 1524, reitera insistentemente lo que en otras ya había solicitado y algo había conseguido, pero que no le satisfacía los po– cos misioneros que habían llegado . « To das la s veces que a vuestra majestad he escrito he dicho a vuestra alteza el apa– rejo que hay en algunos de los naturales destas partes para se convertir a nuestra santa fe católica, y he enviado suplicar a vuestra cesárea majestad, para ello man– dase proveer de personas religiosas de buena vida y ejemplo. Y porque hasta agora han venido muy pocos , o cuasi ningunos , y es cierto que hay grandfomofruto, lo torn o a tra er a la memoria de vuestra alteza, y le suplico lo mande proveer con toda breve– dad ...
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz