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Noveno domingo «Si alguien os predica un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea maldito!» (Gal. 1,9). EL EVANGELIO DE PABLO Cuando Pablo habla aquí de su Evangelio, pienso que se refiere a su predicación del Evangelio de Jesucristo entre los gálatas. No podemos entenderlo como si él hubiera escrito un evangelio. O que se refiera al escrito por su compañero Lucas. Nosotros, cuando oímos hablar de Evangelio, en seguida nos va– mos al texto que nos han transmitido los evangelistas. Y quizá no somos justos en la apreciación del auténtico Evangelio. Porque Cristo mandó predicar, pero no escribir. Y ese mandato era válido para todo el mundo y para todos los tiempos. El escribirlo vino después por iniciativa de unos hombres llamados evangelistas. Tampoco nos podemos oponer a los estudios críticos que ahora se hacen sobre el Evangelio escrito para fijar mejor su texto. Es la única manera que tenemos para calibrar el pensamiento de Cristo y de la primitiva comunidad cristiana, que fue la primera receptora y transmisora de las enseñanzas del maestro. Porque todos sabemos que el Evangelio que ahora leemos en nuestro propio idioma no ha sido escrito en el mismo. Que incluso el escrito en lenguas originales -digamos arameo- fue traducido al griego. Que lo que nos queda de aquellos primitivos escritos han 84
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