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dir dentro de una pastoral de sacramentos, y sobre todo con oca– sión de la Eucaristía dominical. Importa, por tanto, preparar muy seriamente esa homilía do– minical. Esto requiere mucho estudio y esfuerzo, y una constante renovación. Creo que la permanente renovación del sacerdote, el saber estar -el «encarnarse» continuamente-, es uno de los de– beres fundamentales de nuestro sacerdocio. Luis Fernández Aller, que tiene publicados varios libros de ho– milías sobre los sacramentos y sobre las lecturas dominicales, ha publicado uno más. Corresponde a la segunda lectura del ciclo «C». De ahí el título. Y el título lo dice casi todo: porque a base de las cartas cristianas, bíblicas, primitivas, de donde se toman las perícopas dominicales, escribe una especie de cartas para los hom– bres de hoy. Son comentarios breves, incisivos, accesibles, bellos, sobre esos textos eternos del Nuevo Testamento. Creo que es uno de sus ma– yores méritos. Nosotros tenemos muchas cosas que decir a los hombres y más trascendentales que las que dicen los no cristianos, pero las decimos de una manera poco sugestiva y eso hace que no calen o no se lean. Las homilías de Luis Fernández Aller son ágiles, periodísticas, vivas. Acercan el antiguo texto a cada uno de nosotros. Parecen cartas escritas, aquí y ahora, para el hombre de hoy. Por eso mismo prescinde de toda erudición y de todo aparato escolástico, con lo que consigue un estupendo estilo evangélico. Pienso que este libro puede ayudar especialmente a los sacer– dotes para preparar su homilía dominical y para evitar el defecto de repetirse. El autor hábilmente ha publicado primero los co– mentarios a las lecturas evangélicas, ya agotados, y ahora -te– niendo en cuenta la norma de que la homilía debe partir de alguno de los textos litúrgicos- publica los comentarios a las segundas lecturas. Son nuevos comentarios, nuevas ideas, para un público que casi siempre es el mismo. Es una cualidad y una manera pro– gresiva de evangelizar, de hacer llegar la Buena Noticia a nuestros creyentes, tantas veces adoctrinados y tan pocas veces evangeli– zados. Obispo Auxiliar de Madrid 6

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