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Quinto domingo «Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nue– va, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe» (Apoc. 21,1). TRANSFORMACION En el prefacio de difuntos se nos dice que la vida no se acaba, sino que se transforma. Es lo mismo que se nos viene a decir en este pasaje del Apocalipsis sobre el mundo. V eso nos alegra. Porque amamos al mundo. Este mundo nuestro de campos verdes, de estrellas, de playas, de árboles, de pájaros, de montes y, sobre todo, de hombres que se aman. Puestos a soñar, a mejorar el mundo, nosotros quitaríamos mu– chas cosas, barreríamos para siempre del cielo y de la tierra la contaminación y la suciedad. Secaríamos las lágrimas de todos los ojos. El dolor de todos los cuerpos. La tristeza de todas las almas. La miseria de todos los hogares. La muerte de todas las tumbas. El odio de todos los ojos. Pondríamos corazón en todos los pechos y amor en todos los corazones. V resulta que eso que nosotros soñamos, que juzgamos irreali– zable, como una etapa que nunca llegará, es justamente el mundo nuevo que Dios va a crear. Será una transformación de este nuestro mundo, o la creación de uno infinitamente mejor. 54

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