BCCCAP00000000000000000000804
Tercer domingo « Y los ancianos cayeron rostro en tierra, y se postraron ante el que vive por los siglos de los siglos» (Apoc. 5,14). EL QUE VIVE POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS Resucitó y vive. San Juan en su isla mediterránea de Patmos, tuvo la v1s1on del gran viviente, de aquel que había visto muerto entre los brazos de su madre y que no vio en el sepulcro vacío cuando llegó corriendo. Sólo los despojos. Ahora, en cambio, vive por los siglos de los siglos. Esta es la fe de un desterrado, de un vidente, de un apóstol. Del que testifica lo que él mismo vio. Su fe es nuestra fe. Su testimonio vale para nosotros. Sabremos que vive ahora, aunque a veces yazca sepultado en– tre tierras de tantos colores como echamos encima. Pero él, Cristo, vive por los siglos de los siglos. Y no puede morir. Ni su doctrina tampoco. Moriremos nosotros. Matarán a sus pregoneros. Machacarán las semillas de sus ideas, pero todavía quedarán con fuerzas para flo– recer. Estamos seguros. Recientemente ha muerto el cardenal Trochta. Ese cardenal checo, salesiano, fontanero por más señas, que tuvo que trabajar por tierras de Moravia y de Bohemia, como fontanero, siendo obispo, para ga– narse la vida. Fue perseguido por su fe. Fue condenado a veinticinco años de cárcel. No fue fusilado por los comunistas porque saben bien aquello tan antiguo de «la sangre de los mártires es semilla de cristianos». No quieren mártires. Pero se le pusieron toda serie de dificultades para ejercer su ministerio al salir de la cárcel, después de un in– farto que sufrió allí y que hace que le pongan en libertad. 50
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz