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El salto que El dio de la divinidad a la humanidad fue un salto mortal. Con todas las consecuencias. lo que vino después fue nor– mal. El mismo escogió su destino. Para nosotros, que huimos de las humillaciones como de la peste, que anhelamos ser cada vez más, esto nos debe calar. Porque Cristo buscó voluntariamente todas esas humillaciones. Estaban puestas en el camino esperando su paso. los profetas las habían anunciado. los salmistas las habían can– tado con un deje de dolor, San Pablo nos lo recuerda hoy: «Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse, incluso, a la muerte, y una muerte de cruz.» El lo sabía y El lo quiso. Muchas veces lo anunció a lo largo de su Evangelio, para escándalo de sus discípulos. la humillación ... , la humildad, no la entendían ni ellos. Y, sin embargo, el camino más recto para la humildad es la humillación. Que no se nos olvide cuando la ocasión llegue disfrazada de fracaso, de desprecio, de insulto, de postergación, de cruz, en definitiva. Porque la cruz tiene muchas caras, pero un solo significado. Y Cristo, el humilde, el que veremos esta Semana Santa con su cruz sobre sus hombros nazarenos, lo dijo: «El que quiera ser mi dis– cípulo, cargue con su cruz cada día y sígame.» la otra cara es el resplandor de la resurrecc1on. la exaltación. Por «la cruz a la luz» es el camino más evangélico de los humildes, que en su día «serán ensalzados». Como el Maestro, San Pablo nos lo recuerda y nosotros lo pregonaremos en la Pascua, que ya anun– cia su florecer. Porque la humildad, la cruz, es el camino. Pero la meta definitiva es la Pascua. 43
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