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Domingo de Ramos «Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios» (Fil. 2,6). ¿UN HOMBRE CUALQUIERA? «El que se humilla será ensalzado, el que se ensalza será hu– millado.» ¿Os suena esta frase? ¡Qué bonita!, ¿verdad? Pero de ahí no pasamos. ¡Ay de aquel que nos humilla! Cuando podamos rehacernos nos la paga. Lo decimos, lo hacemos y quedamos tan campantes. ¡Aquí no ha pasado nada! ¿Somos cristianos? Una interrogante como para perforar una conciencia. Porque... Cristo nos dijo aquello de «aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón ... » Y San Pablo nos recuerda cómo Cristo, antes de predicar, dio un profundo ejemplo de humildad. Que nos humillemos nosotros hasta el barro nos parece mucho, y es lo propio. Del polvo hemos salido, al polvo hemos de volver. Que Cristo se humille, que actúe «como un hombre cualquiera» siendo Dios, eso sí que causa admiración a San Pablo y a cualquiera que se pare un poco a reflexionarlo. Entramos en la Semana Santa. Es fácil que en algún instante, si vivimos un poco la liturgia, nos conmovamos ante todos los su– frimientos que Cristo tuvo que pasar: los insultos, los golpes, los desprecios, los clavos, la cruz, las humillaciones ... ; nos parece de– masiado, desproporcionado. Y, sin embargo, la auténtica desproporción es la de haberse hecho «como un hombre cualquiera». 42
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