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Bautismo del Señor «En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: -Está claro que Dios no hace distinciones ... » (Hch. 10,34). EL SEÑOR DE TODOS El nuevo año nos trae noticias de todos los colores. También noti– cias de discriminaciones, violencias, luchas entre los hombres. La gran bola del mundo, que sigue rodando al mismo ritmo para todos, que vista desde lo alto parece muy poca cosa para que se divida y subdivida, está llena de fronteras, alambradas, «apartheid». Una vez más, en la fiesta del bautismo del Señor, tenemos que predicar la gran verdad evangélica de la igualdad de los hombres. Porque uno mismo es el Señor de todos, Dios nos creó a todos. A pesar de todas las evoluciones intervino en la creación de todos los hombres, y es un motivo inicial para que le llamemos Padre y nos consideremos hermanos. ¿De qué color es la piel de Dios? Puede tomar todos los colores. Importa muy poco, cuando el alma es blanca, que la piel sea negra. Otro motivo de la perfecta igualdad de los hombres es justamente este bautismo del Señor. Instituyó El el bautismo para todos, y cuan– do llegó al final de su breve vida entre los hombres, de su pre– dicación de tres años a Israel, sacó a sus apóstoles a las afueras de la tierra prometida, como para mostrarles el mundo, y les dijo aquello de: «Id por todo el mundo y predica! el Evangelio a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.» El Evangelio es para todos. No podemos pensarnos los deposita– rios del Evangelio los blancos, aunque por una serie de circunstan– cias históricas se haya asentado la doctrina cristiana entre nosotros. Nos parecen muchos veinte siglos. En la historia de Dios pueden ser un instante. Y bien puede cumplirse aquello de Fulton Sheen: «Hasta 28

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