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Quien no tenga coraje para sufrir que se retire. Habrá que sufrir la incomprensión, el abandono, la soledad, el hambre y otras mi I losas que nos aplastarían si no tuviéramos la fuerza de Cristo. Pero ésa es la forma de ir sembrando y de hacer fructificar la semilla. No hay otro camino. Si lo hubiera, el Maestro nos lo hubiera en– señado. Aunque nos cueste mucho, aunque no veamos el éxito inmedia– to, aunque los horizontes se nos cierren, si tenemos fe en Cristo sabemos que vamos bien, porque vamos por el camino de la cruz. Cuando hoy, algunos, siguiendo las consignas y la doctrina de la Iglesia fielmente, se encuentra con ei rechazo de los hombres que les escuchan, casi hay que pensar sin más razones que van bien, que es el Espíritu quier. les ilumina. Que a su hora se recogerá el fruto. Santiago, el Patrono de Espa1ia, regó con su sangre lo que no habían hecho fructificar sus sudores. Fue muerto en Jerusalén por los enemigos de Cristo. Lo hicieron pensando hacer un bien a la religión. Su vida, aparentemente, fue un fracaso. Hoy la fe de Santiago ha florec;do en el mundo. Su gloria res– piandece en toda la cristiandad. Su nombre lo llevan numerosas ciu– o,,cles y numerosos hombres. Sus dolores se han visto compen– sados. Y es que --volvemos a la carta de San Pablo- se trata de un 2,iun1bramiento. Y todo alumbramiento es costoso. Más los del alma que ios del cuerpo. los hijos del aima no ven la luz de la fe sin e: propio desgarramiento. De: padre que les alumbró para el Evange– iio. Pero debe ser m~m:iviiioso verle prosperar en esa vida sobre- natural. Algo que ;1G ie es dado admirar mientras vive, pero que desde el c:c· , ... ,.ce Como a Santiago, que ,)uede admirar c,',i,C ·,2,c":.,n que Ie aceptó por P~1trono es hoy madre do puebios en ia misrn2 fo del f.vangeiio. 145

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