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SAN JOSE Solemnidad de San José «Por lo cual le fue computado como justi– cia» (Rom. 4,22). Lo que menos pensaba el autor del libro sagrado del Eclesiás– tico, al escribir su libro, era en San José. Es una lectura aplicada maravillosamente por la Iglesia a San José, que fue escogido por Dios entre todos para una misión divina. El Evangelio nos dice de él que era bueno. Lo cual, dicho así rotundamente, es lo mejor que se puede decir de un hombre. Porque cuando uno se puede pasar de bueno, singularizarse, llamar la aten– ción, se pasa de raya y comienza a dejar de ser bueno. Un competente escriturista hace una interpretación especial so– bre este pasaje evangélico. Nos dice que San José no dudaba lo más mínimo de la inocencia de María. Si hubiera tenido dudas, hu– biera investigado, se hubiera enterado bien, para saber a qué ate– nerse. Sino que El también estaba en la clave del misterio. Y el saberlo lo cambia todo. El se ha casado con una joven israelita, sencilla y buena, y de pronto se encuentra con que es la madre del Mesías. No quiere él interferirse entre Dios y María. No quiere mezclarse en los planes de Dios. Por eso decide abandonarla. Que quede libre. Que Dios la proteja y siga obrando en ella, según sus planes. Pero resulta que en los planes de Dios entra también San José. Y el ángel le avisa que no tema, que no sea cobarde, que se someta a la voluntad de Dios. El tiene su misión particular en esta obra salvadora de Dios. Allá los sabios con sus teorías. Sea lo que sea, lo evidente es que la gran obra salvadora del mundo se hace sin ruido. El drama 140

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