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Festividad de la Inmaculada Concepción «Bendita tú entre las mujeres» (Le. 1,28). ¡BENDITA MUJER! El hombre es pronto en piropear a la mujer y tardo en bende– cirla. El piropo, más que un homenaje a la mujer, es un brote de ese donjuanismo larvado que hay en todo hombre. Aunque hay piropos con categoría de poemas. Pero lo cierto es que cuanto más limpio es el hombre, más dispuesto a reconocer los méritos de la mujer. Ya que estamos comentando un pasaje bíblico, nos atenemos a la Biblia. El primer hombre que alabó inconmensurablemente antes del pecado: «Esto sí que es ya hueso de mi hueso y carne de mi carne. Dejará el hombre a su padre y a su madre y se adherirá a su mujer; y vendrán a ser una sola carne. El hombre había encontrado su complemento. Pero pecó Adán y la culpó ante Dios.» «La mujer que me diste por compañera ... ». Comenzó entonces un largo peregrinaje de escarnios y humilla– ciones para la mujer que no ha concluido aún. Los hombres somos fáciles en culpar a las mujeres de los males que se presentan en nuestra vida cotidiana. Prontos al chiste, más o menos subido, que siempre rebaja a la mujer. Sin embargo, ha saltado sobre la tierra un surtidor lleno de ala– banzas, las palabars traídas del cielo por un arcángel: «Dios te salve, llena de gracia ... ». Palabras que se completan con las de la inspirada Isabel: «Bendita tú entre las mujeres ... ». Palabras que se han hecho oración en los labios de todos los cristianos. No debiéramos olvidar, jamás, que toda esa planificación reden– tora ha entrado en el mundo por la puerta de una mujer. San Pablo, que habla constantemente de Cristo, habla una sola vez de María, mas para decir: «Y nació de mujer... ». Sin Ella las cosas no habrían sido como han sido. Por eso, en el pórtico de la Navidad, la liturgia pone este Evangelio sobre la Vir- 138

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