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Trigésimo tercer domingo «Pues a ésos les digo y les recomiendo, por el Señor Jesucristo, que trabajen con tranqui– lidad para ganarse el pan» (2 Tes. 3,12). TRABAJAR CON TRANQUILIDAD Me gustaría captar bien el mensaje de la frase de San Pablo. Para nosotros, trabajar con tranquilidad es trabajar en buenas condiciones higiénicas y económicas. Sin las estrecheces que imponen, a veces, los locales, las fá– bricas y hasta los despachos. Y mejor aún, sin esas estrecheces económicas que oprimen los estómagos y los espíritus. Trabajar con tranquilidad, para nosotros, es trabajar sin desta– jos deprimentes, sin horas extraordinarias, sin pluriempleos irra– cionales. Para San Pablo era casi lo mismo, pero con un ligero matiz que lo distingue. Es sin preocupaciones por el día del mañana, sin hacer caso a aquellos falsos rumores que circulaban por la Iglesia de Tesa– lónica sobre el próximo fin del mundo, sin afanes materialistas y pancistas, sin vagancias epicúreas. Era, en definitiva, traducir a la realidad cotidiana la frase de Cristo: «Buscad en primer lugar el reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura.» Lo cual no quiere decir que estemos mirando siempre al cielo como esperando un maná que nos cae de lo alto. Quiere decir que jerarquicemos los valores: que no todo es afán por este mundo, por el consumismo que nos consume, que no es el «vivir para trabajar, sino el trabajar para el vivir». Lo que San Pablo dice textualmente: «Que trabajen con tranquilidad para ga– narse el pan.» El pan simboliza para los hombres todo aquello que hace agra– dable este mundo. Para nosotros, con el pan, van añadidas mil 132

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