BCCCAP00000000000000000000804

Cristo. Que eso sí que será dentro de la presente generac1on. No sabemos el día ni la hora, conviene, por tanto, que estemos pre– parados ... Cuando me cuentan todos esos cuentos que se inventan para anunciar la inminencia del fin del mundo, suelo contar algo que puede parecer cuento o chiste y que es pura realidad. Una mañana me encontré a un buen señor, conocido mío, en plena calle. Se acercó a mí con ganas de hacerme una confidencia. Le vi desencajado, sin afeitar, con cara de no haber dormido. -¿Qué le pasa a usted? ¿Está enfermo? -No. Es algo mucho peor. Me he pasado la noche sin dormir... -Va se ve. -Pero es que la pasé con unas tentaciones enormes de suici- darme, y no sé si habré consentido o no. -Pues amigo, está bien claro que no ha consentido usted, por– que si hubiera consentido no estaría aquí. El hombre, inteligente él, sonrió, y en yez de entrar a la iglesia a confesarse, como era su intención, marchó a su casa con paso y cara más alegre. Sin duda a dormir tranquilamente. No perdamos el sueño por esos anuncios. Ni perdamos el tiem– po. Me contaron de un empleado del «Metro», al que un compañero le animó a hacer unos cursillos de capacitación para ascender y ganar más. Y le respondió: -¿.Para qué? ¿No sabes que el mundo se va a acabar? -Bien, ya lo sabemos; pero de aquí a allá. -No, no, este mismo año (era el 75) ... El otro le hizo un gesto con la mano que significaba: «Si eres tonto allá tú, amigo.» Y le dejó. 129

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz