BCCCAP00000000000000000000804

Vigésimo octavo domingo «Pero la palabra de Dios no está encadenada» (2 Tim. 2,9). EVANGELIZACION Los obispos reunidos en Sínodo han tratado sobre la evangeli– zación. (Cuando esto se escribió.) Por unos días ha estado -y seguirá estando- en primer plano esta palabra de evangelización. Como con otras muchas palabras terminamos convenciéndonos -de tanto repetirla- que la palabra es nuestra, que nadie hasta ahora mismo se había preocupado de eso de la evangelización. Y, sin embargo ... La palabra tiene su raíz en el Evangelio. Los apóstoles no han sido más que unos evangelizadores. San Pablo cruzó todos los caminos del mundo evangelizando, llegando con su verbo transido de Cristo hasta los límites últimos del mundo conocido entonces: hasta España. Cuando le apresaron, cuando no podía llegar con sus labios, llegaba con sus cartas. Una manera de evangelizar que fue antes que los medios de comunicación social. Y San Pablo dice en su carta de hoy algo para pensar profun– damente: «La palabra de Dios no está encadenada.» Hacía referencia a su manera particular de estar preso: atado a un soldado. El no podía moverse de una parte a otra, pero la pa– labra de Dios no estaba encadenada, podía volar de una parte para otra. Recuerdo aquella otra frase, escrita al revés, que dice: «Ca– lumnia, calumnia, que algo queda.» 122

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz