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dirles un gran temor que desembocase en un gran respeto por su ley. Que supiesen que había un solo Dios que habría una alianza y una revelación definitiva. El Dios del Sinaí es el Dios lejano, Jesús es el Dios cercano. Jesús es la revelación del Padre. El ha sido quien nos ha dado a comprender, de la manera más aceptable para el hombre, a la divinidad. Si Dios se hizo hombre, si habló con los hombres, si compartió su mentalidad, fue para que comprendiesen mejor a la divinidad. Sin Jesús nosotros no sabríamos ni el abecé de Dios. Y una cosa que Jesús nos enseñó fue a no temer a Dios. El fue quien nos enseñó a llamarle Padre nuestro... Seguro que Juan el Bautista, el mayor de los profetas, no en– señó a rezar así a sus discípulos. Sólo a Dios se le ha podido ocurrir hacerse llamar Padre. Nos enseñó Jesús que .Dios no es un ser lejano, despreocupado de los avatares de los hombres. Está con nosotros. Vive dentro de nosotros. Se preocupa de nuestros problemas. El mismo Jesús nos testimonia con su vida y con su muerte ese amor y esa cercanía de Dios respecto a los hombres. Es necesario que nosotros estudiemos a Dios a través del tamiz del Evangelio, para que no se nos vuelva a alejar. El querer comprender a Dios por el testimonio de muchos cris– tianos es desembocar en una lejanía de Dios. Porque su testimonio nos habla muy poco de la divinidad. Por eso es mucho mejor dejar de creer en ciertos cristianos que dejar de creer en Dios. Dios será siempre el que nos reveló Jesús y el que pregonan los que viven según el Evangelio. 111
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