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San Pablo da unos consejos a sus cristianos de entonces, que son de actualidad para los cristianos de ahora. Dice: «Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos, y que así os fortalezca internamen– te; . para que cuando Jesús nuestro Señor vuelva acompañado de sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios nuestro Padre.» Un consejo para ahora y para aquella hora última. Para siempre vale el amor. Es la mejor moneda de cambio, cuando todas las mone– das se devalúan. Lo que sucede es que nosotros nos aferramos bra– vamente a las monedas de metal, pensando que en ellas está todo. Somos egoístas. Y el egoísmo es lo más contrario al amor. La lucha contra el egoísmo es ineludible para que en nosotros florezca el amor, y para que en aquella hora el amor sea nuestra credencial. Se cuenta de un gobernador de la Martinica que una mañana, al levantarse, se dio cuenta que se tambaleaba. Como la cena estaba lejana y los efectos tenían que haber pasado, se acostó de nuevo, pensando que había sido un desvanecimiento. En seguida llegaron a avisarle que había habido un terremoto y que todo un barrio de la ciudad había sido arrasado. ¿Cuál fue la respuesta de aquel hombre? «¡Ah!, menos mal, creí que había sido un desvanecimiento.» La estampa de un hombre. Pero no tiremos muchas piedras al vecino, que a lo mejor dañamos nuestro propio tejado. Porque, en el fondo, es lo que nosotros pensamos; viva yo, que los demás ... Veremos, si no, lo que pasa si restringen la energía y racionan algunos artículos. Ya veremos cómo hay gentes que pasan por todo, con tal de que a ellos no les falte de nada. Les criticaremos. Pero, en el fondo, habrá una gran envidia. Porque no podemos o no nos atrevemos a hacer lo mismo. Seamos sinceros en esto y, sobre todo, en nuestro cristianismo. Las palabras de San Pablo vuelven a martillear nuestra conciencia: «Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos.» 9