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Decimoséptimo domingo «Por el bautismo fuisteis sepultados con Cris– to y habéis resucitado con él» (Col. 2,12). GRACIAS, SEÑOR La palabra gracias es una de las palabras más repetidas por nuestros labios. Tiene distintos matices según quien la dice y la cir– cunstancia en que es dicha. No es el mismo tono del gracias de un camarero que recibe una propina de cinco pesetas, de veinticinco o de cien. Ni el tono ni la reverencia. No es el mismo el énfasis que ponernos al decirla ante una puerta que nos ceden, ante una orientación que nos dan o ante una vida que nos salvan. Desde luego al dar las gracias por una vida salvada ponernos todo el énfasis en la palabra. ¿Cómo tendría que ser nuestro énfasis al dar las gracias a Je– sucristo que nos salvó del pecado, de la condenación y nos dio la vida eterna? San Pablo pone muchas veces ante nuestra consideración esa aventura divina de la salvación de los hombres. San Pablo es el hom– bre que más reitera en sus cartas el dar gracias a Dios, por todo eso. Porque Cristo, al hacerse nuestro valedor ante Dios, comenzó por hacerse Hombre. Por incorporarnos a El mismo. Por hacernos morir y vivir con El. Por plantar su cruz entre nuestro pecado y el perdón de Dios. Todo eso lo hizo para que su redención fuese total y eficaz. Porque el demérito y el mérito es algo sumamente personal. Tenernos un ejemplo de ahora mismo. :El Cordobés» ha sido encarcelado. Una noticia que ha tenido difusión en todo el mundo no por el hecho en sí, sino por la fama del protagonista. Seguro que muchos pensaron que le estaba muy 100

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