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-92- Pernoctar un día más en el convento era exponer la Comunidad a cualquier atropello. No oividemos que para entonces el gobierno y por tanto los agentes del orden no se atrevían a oponerse a las células comunistas y socialistas. Por tanto las casas religiosas estabqn a merced de estos hombres sin escrúpulos. · Llegaron las seis y media de la tarde. Las religiosas bajaron a cenar y la Superiora aun no veía la posibilidad de abandonar el con– vento. Salieron después al recreo, que en aquellos momentos era ne– cesarísimo para aliviar algo la opresión del corazón por las fuertes emociones y los tristes presagios que forjaba el espíritu. Cuando estaban a la mitad del recreo un campanillazo cortó en seco las conversaciones de la Comunidad. Se fué la tornera con mu– cho miedo a enterarse de quien llamaba, La cosa no era alarmante pero sí de alguna' preocupación. El portero avisaba que estaba despejada la calie y que podían trasla– darse con muchas garantías de no ser sorprendidas ni molestadas con interroga torios peligrosos. Se despojaron del santo hábito y de dos en dos, dejando cierto lapso de tiempo entre grupo y grupo se fueron trasladando al piso de Francisco Silvela. Disimularon su pinta monjil en aquella travesía peligrosa va– , liéndose de los medios más ingeniosos. Al fin, después de una hora de tensión nerviosa, la superiora pudo respirar con cierta tranquilidad cuando vió entrar la última pa– reja de las religiosas sana y salva. Dios las había protegido en el primer paso de su odisea dolorosa. Y en sus manos paternales se entregaron para afrontar los acontecimientos que sobrevinieran, prósperos o adversos. En francisco Silvela, núm. 19 La Comunidad de Concepcionistas logró, por tanto, instalarse con relativa facilidad en su piso de IFrancisco Sílvela. Pero con esto no estaba todo resuelto. Las dificultades y conflictos más grandes surgían entonces para poder llevar allí una vida normal.

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