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- 91- Ante aquellas noticias poco tranquilizadoras, la Madre juzgó más prudente abandonar el convento hasta ver más claras las cosas, A la .Comunidad se le ordenó que bajase a desayunar e inmediata– mente subiera a las habitaciones para ponerse el traje de seglar con el hábito encima. No es· necesario detenerse a pintar el estado espiritual de agita– ción y nerviosismo que sufren las monjas en aquellos momentos en que por quinta vez se despojan del santo hábito. En una de sus últimas confesiones el Padre Espiritual, había preguntado a todas si tenían vocación de mártires. Y todas contesta– ron «Que sí con la gracia de Dios». Yo me imagino a Sor Beatriz pronunciando ese «sí» con toda su alma. Cuando en la Comunidad se hablaba de la posibilidad del mar– tirio la M. Maestra y Sor Beatriz eran siempre las que se mostraban má~ animosas. Dios escuchó sus ardientes deseos y las canciones de Sor Beatriz en que se consideraba feliz en dar la vida p'or Jesús. Pero de seguro que ni Sor Beatriz, ni la M. Maestra, ni las d.e– más religiosas pensaron que la cosa se iba a presentar tan pronto. Convenientemente preparadas y dadas las instrucciones' oportu– nas no se pensó ya más que. en abandonar el convento. Pero no era cosa fácil. Como ya dijimos la calle estaba llena de milicianos que registraban a todo el que pasaba, y al que, por las apariencias, daba la impresión de ser elemento de derechas, era sin más detenido, No es necesario decir que entre todas las personas, son las reli– giosas las menos aptas para disimular su condición de ta.les, Por ello decidieron esperar a que hubiera un claro en la calle. Aunque el piso no estaba muy lejos del convento, hasta las últi'.· mas horas de la tarde fué totalmente imposible intentar trasladarse a él. · Siguieron la vida ordinaria del convento, con muy poca sereni– dad, como es lógico, y de cuando en cuando les latía fuertemente el corazón cuando oían los tiroteos que se producían en la calle. La M. Superiora estaba muy preocupada, porque se pasaba el día sin tener oportunidad de trasladarse al piso de Franci-;co Silvela que habían alquilado-como ya digimos-cuando las elecciones y en el que estaban desde entonces las religiosas enfermas.

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