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-90- tanto temía Prieto y que para vivir tranquilos había sido alejado. a la comandancia de las Canarias. El 19 ya sabe el Gobierno a qué atenerse. Conoce en sus deta– lles que se encuentra frente a uno de los movimientos mejor organi– zados contra la república. Sin embargo Giral y Azaña comunican sin parar notas por radio en que se quita importancia al hecho y se le califica de totalmente superado. A pesar de esa ignorancia con que quieren tranquilizar al pueblo, en la mañana del 19 las fuerzas socialistas y comunistas se echan a la calle y al menos virtualmente d.eclaran el estado de guerra. Se organizan patrullas en todas las calles y cachean sin miramientos a todos los que pasan. Eran momentos sumamente peligrosos para toda persona de– cente, sobre todo para las órdenes religiosas y sus conventos. A pesar de esta amena.za que se cernía ya sobre las casas relí– .giosas y que culminaría en la dispersión general, las Concepcionis– tas de la Calle de Sagasti, se levantan aquel día, y como de cos– tumbre hacen su oración y oyen su misa conventual. Con toda seguridad sus corazones barruntarían algo grave. Pe– ro en realidad nada sabían. No obstante aquel mismo día abandona– rían el convento y muchas para siempre... para ir al martirio. Terminada la misa cantaron sexta y nona y se fueron al refecto– rio para tomar su frugal desayuno. Apenas se habían sentado cuan– do llegan las sacristanas muy turbadas. Comunican a la superiora de parte de] sacerdote que acaba de decirles la misa, que el conven– to está rodeado de mí1icianos en mangas de camisa y armados, y · que vuelvan a1 coro para sumir el Santísimo. Ya podemos imaginar– nos la conmoción y el sobresalto indescriptible que se apoderó de las monjas. Aunque religiosas no dejaban de ser mujeres y por tanto más afectabit:s por el temor y el pánico. A una señal de la superiora regresaron al coro con el miedo re– flejado en sus rostros. Entre el sacerdote y la Comunidad sumieron el Santísímo para evitar cualquier profanación. La superiora se informó luego por el sacerdote, del ambiente volcánico que se respiraba aquellos días en Madrid, los rumores de la sublevación de Africa y el dominio absoluto que los milicianos tenían de la situación.
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