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-88- ambiente queda preparado para el día siguiente, uno de los más tris– tes y pavorosos de la república española. El día cuatro y bajo la propaganda anticlerical del día anterior se queman varias iglesias. Las religiosas que moran en la casa del Pilar tienen que descol– garse por las ventanas valiéndose de sábanas ante el peligro de pe-· recer abrasadas. Las quince profesoras del Colegio de. la calle de Villamanil que dan enseñanza gratuita a cuatrocientos niños, son arrastradas ante la befa de los martirizadores. Igualmente son pisoteadas con vilipendio cuatro religiosas de un patronato para enfermos en Cuatro Caminos. Uua de éstas, sor– prendida cuando intentaba huír, es apaleada y mal herida así como otras dos del Asilo de la Merced. No satisfechos de la réplica a la infame calumnia del reparto de caramelos envenenados, los obreros abandonan el trabajo y se de– claran en huelga. Ante la desbandada de tantos elementos temibles llenos de odio• y de prejuich,s contra los religiosos podía temerse cualquier atro– pello. Por este motivo-ese mismo día cuatro-a las dos de la tarde, se presentó en traje de seglar un religioso franciscano en el convenw to de las Concepcionistas, para ponerlas sobre aviso y evitarlas cualquier sorpresa desagradable. Sumió las sagradas formas ayudado de la Comunidad en. medio de visible emoción de todos. Y puesto que se veía muy probable un asalto al convento, en previsión de cualquier incidente trágico, las ·religiosas volvieron a pasar dos días y dos noches fuera del convento hasta que se tran– quilizaron los ánimos y volvió a reinar un poquito el or<:len. Poco iban a. disfrutar ya las monjitas de su amada paz claustral. Desde esta fecha a julio del mismo año en que se produjo la explosión revolucionaria, España es un inmenso volcán a punto de producirse la erupción. Atraviesan de norte a sur y de este a oeste los ciclones colectivos. El cielo tormentoso está cargado de electri– cidad. Se siente el sofoco de la asfixia, de la inseguridad y las gen– tes corren en busca de refugio seguro. Los que pueden y son los menos huyen al extranjero. De los pueblos marchan familias enteras a las ciudades y de las ciudades

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