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-82- porque las familias se desvivían por atenderlas y hacer así más lle– vaderos los sufrimientos anejos al abandono del cónvento. Pero las que vivieron en pisos con las enfermas no les fué lo mismo y ya entonces experimentaron algo de lo que les aguardaba cuatro años después. El piso estaba sin amueblar y las monjas no tenían dinero para acondicionarlo. Faltaba lo más elemental, como es una cama para re– posar y por eso tenían que dormir en el suelo. Vivieron fuera del convento veinte días, que para algunas fueron días repletos de sufrimientos físicos y morales. Las noticias que oían de los acontecimientos que iban sucediendo en Madrid, dejado ya ca– si a merced de las .turbas, empezaban a preparar su alma para los sobresaltos. Creo que fué en esta primera salida, cuando a nuestra hermana la salieron por todo el cuerpo una especie de cardenales, que con toda seguridad tenían por causa el cúmulo de sufrimientos de toda clase experimentados aquellos días. Pasada la euforia que se manifestó en la quema de conventos, las .turbas se calmaron algo y las monjas creyeron llegado el tiempo regresar a su convento, como así lo hicieron. vez en calle No C'reamos sin embargo que las religiosas dejaron de ser mo– lestadas. Como decíamos antes, la existencia en los conventos desde la implantació1:i de la república se reduce a un equilibrio difícil con altos y bajos de la marea política. Completamente tranquilas no estuvier•on nunca. La razón es muy sencilla. Desde que .España se constituyó en república, nunca estuvo garantizado el orden, y sin una autoridad que proteja la vida de las personas particulares mal pueden éstas vivir tranquilas. El mismo gobierno fomentaba la de las turbas contra los elementos decentes, especialmente los religiosos. Y la prueba de que lo del 11 de Mayo no había sido algo espo– rádico, fué que en junio tuvieron ~que abandonar de nuevo el con– vento.

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