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-80- · La huelga iniciada de noche ft.Íé generaí desde las primeras ho-· ras;, quedó paralizada la circulación, se distribuyeron hojas subver– sivas y se silba e injuria con qesfachatez .a los agentes de segmídad. Por las. calles más céntricas empiezan a pasearse grupos inquietos,. se oyen palabras amenazadoras ... La Puerta del Sol presentaba aquel día el aspecto de un hervide– ro de gente que lanzaba aullidos y crispaba los puños al grito de ¡Abajo los conventos! ¡Mueran los Jesuítasl. De las simples amenazas pasaron a la acción. El primer edificio· que sufre el embate de las turbas es el convento de la Flor de lo_s Jesuítas. Allí se vió claramente que las autoridades disimuladamente permitían aquellos disturbios. Mientras los huelguistas at.acan las puertas e intentan penetrar y quemar la iglesia, el superior habla por teléfono con la Direcdon General de Seguridad, le dan buenas pala– bras, pero los policías no hacen acto de presencia. Ydespués de_l convento de la Flor, sufren el furor iconoclasta de las turbas el Instituto de Areneros, el convento de las Bernardas de Vallecas, de las Mecedarias y otros muchos, hasta diez. El cielo azul pálido de Madrid, se cubrió aquel atardecer prima– veral con el crespón negro del humo que ascendía de las casas reli– giosas en llamas. El furor destructivo que acometió a las masas revolucionarias,. rondó también el convento de las Concepcionistas. Menos mal que en medio del ambiente pésimo que se respiraba contra las órdenes reli-· giosas hubo algunas a1mas buenas que en aquellos momentos difíci– les fueron verdad.eros ángeles tutelares. A las cuatro de la tarde, se presentó una señora en el convento y dijo a las monjas que salieran inmediatamente porque intentaban quemar el convento. La actitud de algunos grupos parados frente al convento de las religiosas era muy sospechosa. Con toda urgencia se hicieron las gestiones necesarias y poco después las monjas eran trasladadas en dos coches, a <listín.tas casas que caritativamente las recogieron en aquellos momentos de verda– dero peligro. Perdura en las monjitas supervivientes la impresión dolorosisi– ma que les produjo el momento en que tuviero.n que despojarse por primera vez del santo hábito y .volver a ponerse los trajes seglares. Aunque en su corazón y en su alma permanecían siendo religio
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