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-78- Sor Beatriz y sus compañeras no puede reducirse a los meses que siguieron a la explosión de la revolución marxista. Fué una prepa.. ración lenta, dolorosa. En e11a sus almas gustaron todas las amar– guras imaginables y con estos -;ufrimientos maduraron sus vidas para el sacrificio. Con qué profundo agrado contemplaría Jesús el rápido progreso de aquellas buenísimas religiosas en las vías de la perfección, aque– lla verdadera ansia que existía en el corazón de todas por hacer de los momentos dolorosos y amargos fuentes fecundas de méritos so– brenaturales. Porque es necesario tener muy presente, que tanto Sor Beatriz como sus compañeras de convento, no selamente se daban cuenta de las horas trágicas e inseguras que vivieron en aquellos ci;nco años de república. Sabían también la misión que Dios deseaba desempe– ñaran y a cumplir esta misión se entregaron con todas las fuerzas de su corazón magnánimo. En la carta a su hermano Julián que citamos antes, hay unas palabras que revelan esta conciencia clara en nuestra hermana. Des– pués de hacerle ver la poca seguridad que ofrecía Madrid en los días del treinta y seis, termina con estas palabras: «Procuremos tod0s desagraviar al Señor por tantos pecados como se cometen y tenga– mos confianza de que El lo arreglará todo, cuando sea su Santísima. Voluntad y nos hayamos enmendado de nuestros pecados». Esta misma idea la repite a sus padres y escribiendo a su abue– la, vuelve a insistir en ella: «Pida usted mucho por mi-la dice-para que corresponda con gratitud a las gracias que Dios me concede CUMPLIENDO LA MISION DE UNA VERDADERA RELIGIOSA EN ESTOS TIEMPOS, QUE ES DESAGRAVIAR Y EXPIAR TAN– TOS PECADOS COMO SE COMETEN EN EL MUNDO». palabras de Sor Beatriz no pueden ser más inequívocas y expresivas. Revelan una conciencia clarísima de las circunstancias, de sus obligaciones como religiosa y una visión certera de la solu– ción al conflicto social por el que atravesaba nuestra Patria. Los pecadores que se arrepientan de todos sus pecados, es decir,. que los gobernantes dejen de azuzar al pueblo para que éste cometa toda suerte de profanaciones y atropellos, que las turbas reconozcan su conduda verdaderamente demoníaca. Y que las religiosas con su vida oculta, purísima y sacrificada aplaquen la cólera de Dios justa-

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