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--76- Escogida por el Señor conjuntamente con.sus hermanas y otras muchas almas para ser víctima de expiación por los pecados de Es– paña, le hizo experimentar hasta las .heces la amargura del sufri– miento moral y físico. Pero aún nó era suficiente y entonces la Provi– dencia exigió el sacrificio total, el holocausto de sus mismas vidas. Y esto que acab.amos de de.cir no son consideraciones piadosas con más o menos probabilidad. Existen numerosísimos datos que 9a11 pié parc1 pensar así. La vida tranquila de retiro y oración se rompe bruscamente para las Concepcionistas de la calle Sagasti con los gritos de «¡mueran las monjas!» que las mismas religiosas oyen el.día de la proclamación de la república. Aquellos gritos, unidos. a las canciones y al desenfreno que reinó el 14 de Abril en las turbas hacían suponer como'muy proba– ble cualquier desmán. Los que subían entonces al poder no se dis– tinguían precisamente por su afecto a la religión, y los que tomaban parte en las manifestaciones del triunfo republicano eran los habi– tantes de los suburbios de Madrid. En aquello~ días se empieza también a difundir entre las turbas ideas de tendencia marcadamente anticlerical y alarmantes. Los sucesos posteriores vinieron pronto a demostrar que los tristes presentimientos del primer día no eran equivocados. Quince días después de proclamada la república empiezan los incendios en gran escala, y tienen que abandonar por primera vez su convento las monjitas .de Sagasti como precaución ante posibles y desagrada– bles sorpresas. Desde entonces hasta julio del treinta y seis, las. Concepcionistas Franciscanas de San José, como todos los conven– tos de Madrid, tienen que prestarse a un doloroso juego al escondite para no ser víctimas en el momento menos pensado de la euforia revoludonaria. Personalme.nte, Sor Beatriz comprendió, con su darividencia magnífica de las cosas, que aquello terminaría mal si Dios no lo re– mediaba. Nos faltan las cartas de esta época y por eso no podemos dar una idea completa de lo que pensaba ante el sesgo desagradable que iban tomando las cosas. No obstante, los pocos datos que hemos podido recoger demuestran que no se hacía ilusiones respecto a Slil tranquilidad en el futuro. Las conversaciones en los recreos de la Comunidad recaían mu-
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