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~68- No creo que pueda darse una interpretación más certera y exac– ta de cuanto acontecía por entonces en nuestra Patria. Es la visión de un alma santa profunda e íntimamente unida a Dios, que contem– pla con el corazón partido de dolor el cúmulo inmenso de ofensas e ingraíítudes que diariamente se infligían a Dios. en todas las partes <le España. Y como aquellas ofensas era la correspondencia de los españo– les a la lluvia de gracias que Dios hada descender sobre ellos, juzga muy lógico y así es en realidad, que dada la ingratitud a tantas gra– das divina.s, Dios podia privarles, sin dejar de ser justo, hasta del agua que bebían. Pero Sor Beatriz no se queda en una observación infructuosa de los hechos, propone su remedio y un remedio también certero, pro– pio de un alma que no ha sentido jamás en el corazón los estímulos bajos y vergonzosos del odio. «Seamos muy agradecidos-dice en la misma carta a sus pa- .dres--a tanta bondad cumpliendo fielmente con nuestras obligacio– nes y cuando los sofoque el calor ofrézcanselo al Señor en desagra– vio de los pecados cometidos por tantos infelices, que por huir trabajo H,van una vida colmada de iniquidades para terminar en una muerte eterna. Pobres hermanos nuestros. El Señor les abra los ojos antes de que les cierren para siempre». Ideas parecidas expresa escribiendo a su abuela Isabel: « mundo está perdido por el odio, por eso el mayor consuelo que po– demos dar al Sagrado Corazón de Jesús es amarnos cada vez más unos a otros». Este es, pues, el programa que propóne Sor Beatriz para reno– var aquella España perdida por los pecados; contra una serie inmen– sa de ingratitudes y de ofensas a Dios, una serie también inmensa de desagravios; contra la ingratitud salvaje a las gracias, una corres– pondencia delicadísima a los beneficios divinos; contra un odiQ implacable que como dice la misma Sor Beatriz «está sembrando. de luto las familias y la sociedad», un amor entrañable a todos los hom~ bres como hermanos en un padre ·común que está en los delos siempre atento a las ·necesídades de sus hijos. Ve también nuestra hermana una providencia especial de Dios en el hecho de que hasta entonces no las haya ocurrido nada, ya citamos antes las palabras con que calma a su he!'mana Florentim1

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